CONEJOS BLANCOS.
Por Ricardo Rivas A.
En la primera mitad del siglo XX
surgen en Europa movimientos artísticos y literarios
conocidos como Vanguardias, los
cuales buscaban romper en cierto modo con el arte
que se había dado hasta entonces;
es por eso que se les llamó también movimientos de
ruptura.
A estas vanguardias se les
impondrá el sufijo “ismos” y serán tales como el expresionismo, futurismo,
cubismo, dadaísmo, surrealismo. Estos movimientos buscan ver la realidad desde
otra perspectiva.
¿En México, quién no ha escuchado
hablar de surrealismo? Se dice que nuestro país es un lugar surrealista;
seguramente hemos oído hablar de algunos de sus representantes como Buñuel
(considerado surrealista, y su tan citada película declarada Patrimonio
Cultural de la Humanidad
“Los Olvidados” que retrata la marginación en nuestro país) Dalí, Bretón, Max
Ernst, Remedios Varo, etc.
El surrealismo es el movimiento
artístico-literario que se deriva directamente del
dadaísmo, el cual influenciado
por Sigmund Freud y sus estudios sobre la interpretación
de los sueños, le da importancia
a ese mundo onírico.
El mundo de los sueños no tiene
límites, no existe la lógica en ellos ni restricciones morales; este mundo es
el que los surrealistas plasman en la pintura, escultura, la literatura y en el
cine. Se puede a través del arte representar el inconsciente, de alguna forma
se puede materializar el universo fantástico que existe cuando dormimos y
comprueba la existencia de esa otra realidad.
André Bretón fue quien institucionalizó
el movimiento en su muy conocido “manifiesto
surrealista”, hacia el año de
1924, en él define al surrealismo de este modo: Sustantivo
masculino. Automatismo psíquico
puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de
cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento, sin la
intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o
moral.
Así como el movimiento
surrealista involucra varias expresiones artísticas, envuelve
creadores, entre ellos, un personaje
que utiliza distintas disciplinas del arte en las que
engloba su propio mundo
supra-real. Su nombre es Leonora Carrington, considerada hasta hace unos meses
Leyenda Viva del surrealismo. Si de algún modo este movimiento quedaba vigente,
como institución claro, era con Leonora (aunque ella negaba serlo).
Carrington plasmó su imaginación
en la pintura, en la escultura y en la literatura. Exiliada en México y
enamorada de nuestro país, gran parte de su obra la realizó entre nosotros.
Amiga de personalidades como el
mismo Breton, Dalí, Miró y Picasso, entra en contacto con el movimiento por uno
de sus grandes amores, “Max Ernst” quien diseña la técnica del collage. Ya en
nuestro país tiene contacto con la española, también considerada surrealista,
Remedios Varo, Frida Kahlo, Diego Rivera, y por supuesto con el escritor Renato
Leduc, quien la trae a México.
En cuanto a literatura Leonora
escribió La casa de miedo, la trompeta acústica, la señora
oval: historias surrealistas, En
bas, el séptimo caballo y otros cuentos.
Si es de interés del lector saber
más sobre la vida de esta gran señora conocida como “la
novia del viento” recientemente
se ha publicado bajo el sello Seix barral “Leonora”, una
novela que habla sobre su vida,
escrita por Elena Poniatowska.
Carrington falleció el pasado 24
de Mayo del presente año dejándonos un legado cultural importante, basta con el
simple hecho de caminar por la avenida reforma y mirar esa imagen impresionante
de cocodrilos remando una balsa que es también un cocodrilo, o mirar sus
pinturas en las que aparecen sus tan queridos hombres – pájaro. La magnitud de
sus cuentos es tan excepcional que Julio Cortázar considera “conejos blancos”
como uno de los mejores en la historia de la literatura; le da el título de
cuento inmemorable. Actualmente podemos leer este fascinante relato en “El
séptimo caballo y otros cuentos” publicado en México por Siglo XXI.
Creo que el cuento plantea de una
manera especial, concreta, fascinante, espléndida
la literatura surreal, en la que
participan los seres que viven en su imaginación, esos extraños personajes que
sólo ella pudo crear inspirada en leyendas celtas y las culturas de nuestro
país. El cuento desde el inicio nos envuelve…“Ha llegado el momento de contar
los sucesos que comenzaron en el número 40 de Pest Street…
Conocí a Leonora Carrington
gracias a Mauricio, quien trabajaba para ella; al entrar pude mirarla en su
escritorio en una actitud pensativa, parecía como si estuviera viajando entre
los paisajes de su propio mundo; la saludé, conversamos algunos minutos.
¿Escribes?
Algunas veces, le respondí.
Quiero hacer con esto un sencillo
homenaje y reconocimiento a su obra y a nuestro país
que tantos elementos le brindó.
Leonora no se ha ido, continuará la leyenda; en su arte
se encuentra su inmortalidad. Al
estar en contacto con tan grande personaje parecía que
sobrevolaba un cuervo, y dentro
de los rincones de su estudio salían gran cantidad de
conejos blancos.