Por: Ricardo Roman Enríquez Zerina
Fotografías: Paola Galicia
A
pesar de los desastres naturales y los problemas de organización, donde fue más
el problema del centro de acopio que el de las manifestaciones y los plantones,
se pudo llevar a cabo la
Feria Internacional del Libro en el Zócalo de esta capital. A
primera vista, la feria era un espectáculo dominguero, porque la gente fue con
sus hijos, y novios con sus novias, en un gran evento donde se vendieron libros
de muchas editoriales importantes en nuestro país y del mundo.
En
una parte de la feria se pusieron juegos para niños, donde jugaron muy
felizmente. En un puesto de venta, un encargado le comentó al otro de que
faltaban tres horas para que se fuera. Yo llegué como a las 4 de la tarde,
entonces se fueron como a las 7 o un poco más tarde. Era un lugar, estilo
autoservicio, donde los visitantes compraron libros, para leer o para sus
actividades escolares o incluso laborales.
Algunas
editoriales pusieron etiquetas para que la persona pudiera saber el costo, como
por ejemplo la editorial Océano, cuyas etiquetas eran muy largas para que el
precio se pudiera ver claro. Otras editoriales, como por ejemplo, Trillas,
tenían un código de barras para que se viera el costo del libro por medio de un
escáner laser. Otras, no tenían eso, pero una persona les decía a los
visitantes el costo del ejemplar. En algunos puestos, no se podía distinguir la
fila de los visitantes, lo que generaba una aglomeración muy molesta.
El
domingo fue un día ideal para ir, porque la gente llevó a sus familias a tener un
lugar donde ir después de la misa, la religión que fuera. En el centro se
pusieron unas plantas, además de unas cajas que parecían de madera para que el
visitante se pudiera sentar.
Muchas
personas se acercaron a los libros, para tener una experiencia maravillosa sin que
una autoridad se los imponga. Una persona preguntó a un cajero de Limusa donde se
encontraba cierto ejemplar. Él le respondió que tal vez en Paidós, porque ellos
usa únicamente ejemplares técnicos. Por ser el último día del evento, hubo más
gente en esta feria del libro, con ejemplares de las más variadas colecciones
publicadas.
El
sitio de Porrúa estuvo lleno de gente, que iba a ver las colecciones de Sepan Cuantos,(importantísima
colección que se compara a Penguin Books por tener ejemplares de bajo costo),
los cuentos de Círculo Editorial Azteca y hasta los Diccionarios de términos en
español, derecho y literatura. También una revista tuvo su sitio, conocida como
el nombre de Claroscuro, de tal importancia que vendió ejemplares atrasados de
su revista de foto.
Como
si fuera una coincidencia, en el punto de venta de editorial Oceáno estuvo el ejemplar
de un libro de Juan Domingo Argüelles, que se dirigía a los lectores, que a los
libros tanta falta le hacen. También los libros de Coraline y de Harry Potter
estuvieron ahí, esperando un comprador para que al ir a casa, tuvieran un
contacto solitario en la sala de su casa en o en una habitación, contando una
historia para el lector que lo sigue.